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Hoy, en la cuenta regresiva para el Mundial de Brasil, recordamos la semifinal entre Uruguay y Hungría en 1954.

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Foto: la-redo.net
Uruguay llegó a enfrentar a Hungría por las semifinales de Suiza 1954 bastante diezmado. Los dirigidos por Juan López sufrieron la baja de Obdulio Varela, el "Cotorra" Míguez y el "Pardo" Abbadie.

La contraparte europea, denominada "la máquina perfecta", tenía la baja importante de su delantero estrella: Ferenc Puskás.

El partido comenzó favorable para Hungría, que rápidamente logró abrir el marcador con un potente tiro de su extremo Zoltán Czibor. A pesar de ir ganando, los europeos siguieron atacando buscando sentenciar el partido cuanto antes. Resultó entonces fundamental la labor de los defensas uruguayos, que frenaron con actitud los embates rivales.

Comenzado el segundo tiempo, Nándor Hidegkuti aumentó la diferencia, lo que provocó la reacción en el equipo uruguayo. Schiaffino se comienza a juntar con Hohberg, argentino por naturaleza, y aparece la esperanza celeste.

El primer tanto (1 - 2 parcial) llegó a los 75 minutos, por intermedio de Hoghberg, que cuatro minutos después anota el empate.

La jugada significó un esfuerzo tan grande que luego de eludir al arquero y definir con al arco libre, Hoghberg cayó desmayado al piso. Rápidamente asistido, la sanidad celeste reanimó al jugador que, cuenta la leyenda, sufrió un paro cardíaco causado por la emoción y el esfuerzo.

Debido al empate 2 - 2, el partido fue a un alargue, en el cual los uruguayos, al no frenar el juego húngaro, recibieron dos goles y perdieron 2 - 4.

El desgaste físico de ir a buscar el partido, sumado a las bajas que venía sufriendo el equipo, jugaron una mala pasada a los dirigidos por Juan López.

Uruguay, tetracampeón del mundo (1924, 1928, 1930 y 1950), cosechaba irónica y heroicamente su primera derrota en la historia de los Mundiales. Hungría, a la postre subcampeón de ese Mundial, felicitó a los uruguayos porque ellos decían nunca haber enfrentando a un equipo de esa calidad.

Mirá las imágenes del partido, con el mítico relato de Carlos Solé: "El león vencido sacude la melena".