
Faltan 24 días
Hoy, en la cuenta regresiva para el Mundial, recordamos algunos artilugios que usó Mussolini para que Italia ganara en 1934.

Foto: nacion.com
Cuenta la leyenda que Benito Mussolini nunca fue un fanático del fútbol, y que antes de 1934 solo había visto un partido de este deporte. Pero nada le impidió ver que la organización de un Mundial era una forma de demostrarle, tanto a Italia como al mundo, su poderío.
Los artilugios no estuvieron solo en el Mundial en sí, sino también en lo previo. Cuando buscó obtener la plaza mundialista, apeló a presionar a Suecia para que se retire, y luego utilizó todos los medios posibles para potenciar su selección.
Para lograr esto, ofreció sueldos importantes a jugadores sudamericanos en pos de nacionalizarlos para la disputa de la competición.
Es irónico que en un país que vivía un nacionalismo exacerbado utilizara jugadores extranjeros para demostrar la superioridad de su nación. Pero poco le importó esto a las autoridades.
Los argentinos Luis Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita y Atilio Demaría, más el brasileño Guarisi, fueron algunos de los jugadores que viajaron a Italia en busca de mejores posiblidades económicas y terminaron defendiendo a la selección italiana.
Esta movida generó revuelo en el resto de los paises, pero los italianos se defendieron estableciendo que "si pueden morir por Italia, pueden jugar por Italia".
Durante la realización del Mundial hubo todo tipo de sospechas acerca de la labor de los árbitros. Italia venció en octavos sin ningún problema a Estados Unidos, pero en cuartos de final contra España comenzaron las sospechas.
Comenzaron ganando los españoles con un gol de tiro libre, que puso incómodo a los locales que no esperaban tanta resistencia por parte de su rival. Finalmente lograron empatar, tras una jugada en la que los españoles protestaron una supuesta falta sobre el portero Zamora.
Como el empate 1 - 1 persistió a pesar de haber disputado una prórroga, el partido se tuvo que jugar de nuevo al otro día.
El golero español, Zamora, no pudo disputar la revancha por tener dos costillas fracturadas. Esto no frenó el juego brusco de los italianos, que fueron aún mas fuerte en el segundo partido, lesionando a varios jugadores españoles.
Todo esto fue avalado por el árbitro, que no solo permitió a los locales realizar lo que deseaban, sino que anuló dos goles legales de los españoles.
Finalmente Italia pasó a semifinales y si le sirvió de algo a Mussolini haber sufrido en la serie contra España, es que no tenía ninguna intención de dejar librado nada al azar de cara al partido con Austria.
Se cuenta que el mandatario italiano, previo al encuentro ante Austria, recibió en su palco al juez, el sueco Eklind, quien terminó convalidando un gol en fuera de juego que permitió a los locales pasar a la final.
Luego del "buen rendimiento" del juez, el sueco volvió a ser elegido para dirigir la final. Hecho inédito en la historia de los mundiales, ya que jamás se repetiría que un mismo árbitro haga tanto una semifinal como una final.
Checoslovaquia, el rival en la final, no se intimidó con todo el ambiente a favor de Italia que había y luchó dentro del campo de juego con total valentía.
Eso puso bastante ansioso a los italianos, que temían una reprimenda en caso de perder. Los visitantes pusieron el primer gol del partido y estuvieron muy cerca de aumentar la diferencia, pero una pelota pegó en el travesaño.
Cerca del fin del partido, Orsi anotó el empate, y en el alargue Schiavo se encargó de poner la diferencia a favor de Italia. El pueblo de la "bota" festejaba: Italia lograba su primera Copa del Mundo.
Los artilugios no estuvieron solo en el Mundial en sí, sino también en lo previo. Cuando buscó obtener la plaza mundialista, apeló a presionar a Suecia para que se retire, y luego utilizó todos los medios posibles para potenciar su selección.
Para lograr esto, ofreció sueldos importantes a jugadores sudamericanos en pos de nacionalizarlos para la disputa de la competición.
Es irónico que en un país que vivía un nacionalismo exacerbado utilizara jugadores extranjeros para demostrar la superioridad de su nación. Pero poco le importó esto a las autoridades.
Los argentinos Luis Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita y Atilio Demaría, más el brasileño Guarisi, fueron algunos de los jugadores que viajaron a Italia en busca de mejores posiblidades económicas y terminaron defendiendo a la selección italiana.
Esta movida generó revuelo en el resto de los paises, pero los italianos se defendieron estableciendo que "si pueden morir por Italia, pueden jugar por Italia".
Durante la realización del Mundial hubo todo tipo de sospechas acerca de la labor de los árbitros. Italia venció en octavos sin ningún problema a Estados Unidos, pero en cuartos de final contra España comenzaron las sospechas.
Comenzaron ganando los españoles con un gol de tiro libre, que puso incómodo a los locales que no esperaban tanta resistencia por parte de su rival. Finalmente lograron empatar, tras una jugada en la que los españoles protestaron una supuesta falta sobre el portero Zamora.
Como el empate 1 - 1 persistió a pesar de haber disputado una prórroga, el partido se tuvo que jugar de nuevo al otro día.
El golero español, Zamora, no pudo disputar la revancha por tener dos costillas fracturadas. Esto no frenó el juego brusco de los italianos, que fueron aún mas fuerte en el segundo partido, lesionando a varios jugadores españoles.
Todo esto fue avalado por el árbitro, que no solo permitió a los locales realizar lo que deseaban, sino que anuló dos goles legales de los españoles.
Finalmente Italia pasó a semifinales y si le sirvió de algo a Mussolini haber sufrido en la serie contra España, es que no tenía ninguna intención de dejar librado nada al azar de cara al partido con Austria.
Se cuenta que el mandatario italiano, previo al encuentro ante Austria, recibió en su palco al juez, el sueco Eklind, quien terminó convalidando un gol en fuera de juego que permitió a los locales pasar a la final.
Luego del "buen rendimiento" del juez, el sueco volvió a ser elegido para dirigir la final. Hecho inédito en la historia de los mundiales, ya que jamás se repetiría que un mismo árbitro haga tanto una semifinal como una final.
Checoslovaquia, el rival en la final, no se intimidó con todo el ambiente a favor de Italia que había y luchó dentro del campo de juego con total valentía.
Eso puso bastante ansioso a los italianos, que temían una reprimenda en caso de perder. Los visitantes pusieron el primer gol del partido y estuvieron muy cerca de aumentar la diferencia, pero una pelota pegó en el travesaño.
Cerca del fin del partido, Orsi anotó el empate, y en el alargue Schiavo se encargó de poner la diferencia a favor de Italia. El pueblo de la "bota" festejaba: Italia lograba su primera Copa del Mundo.